viernes, 16 de diciembre de 2011

DIARIO ESPIRITUAL DE SAN PABLO DE LA CRUZ









DIARIO ESPIRITUAL
DE
SAN PABLO DE LA CRUZ










El texto del Diario Espiritual de San Pablo de la Cruz está tomado de la tra­ducción directa del italiano realizada por el P. Bernardo Monsegú, C.P., en Cartas y Diario Espiritual de San Pablo de la Cruz, Fundador de los Pasionistas, Ediciones:  "El Pasionario", Madrid 1968. A esta obra nos referiremos con las siglas CDE.

Las citas de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y San Francisco de Sales están tomadas de la BAC, Sección IV, Ascética y Mística.









Pablo de la Cruz escribió su Diario espiritual por orden de su confesor y director, el obispo Gattinara. Este retuvo por algún tiempo el Diario; luego entregó el texto original a su confidente y amigo, el canónigo Sardi, amigo también de Pablo en su juventud y que sabía apreciar el valor de dicho documento.

Meses después de la muerte del fundador, los pasionistas pidieron repetidas veces a Sardi que les mandase el original a Roma, pero éste no accedió por creer que el correo no era un medio seguro. Los pasionistas insistieron, porque lo consideraban muy importante para los procesos de beatifi­cación. El canónigo se aconsejó con el conde Nichola Canefri y con el exprovincial de los capuchinos, P. Juan Bautista Stortiglioni. Después de leer el documento, el P. Stortiglioni lo mandó, juntamente con la carta del santo a Mons. Gattinara, al capuchino P. Querubín da Voghera, que se encontraba entonces predicando la cuaresma en la catedral de Todi.

El obispo de esta diócesis era entonces el pasionista Mons. Struzzieri, y éste debería llevar personalmente a Roma el Diario y la carta del santo. Sin embargo, dichos documentos no llegaron nunca a manos del P. Querubín, como él mismo confesó a su vuelta a Todi. Se preguntó y se hicieron investigaciones en las oficinas del correo de Alejandría, Boloña, Nagni y Todi, pero sin resultado. Lo que el canónigo Sardi quería evitar a toda costa, sucedió. El texto original se había perdido en el correo.

Gracias a Dios, el canónigo Sardi había sacado copia del original. En la declaración escrita y jurada afirmó que esta copia la había hecho de su propia mano, y que el contenido concordaba palabra por palabra con el ori­ginal. Posteriormente fue llevada a Roma y se conserva en el archivo general de los pasionistas.

Por una parte, pues, hemos de lamentar que no haya llegado hasta nosotros el texto del santo, pero por otra hemos de agradecer que, al menos, tenemos una copia con todas las garantías de fidelidad.





23 DE NOVIEMBRE DE 1720 SABADO: Fue el primer día de mi retiro en San Carlos. Hice in­dignamente la santa Comunión;1 no estuve ni par­ticularmente recogido, ni distraído. El resto del día lo pasé interiormente afligido con un género espe­cial de melancolía, que no es como la que se en­cuentra en los trabajos del mundo, sino que es una cierta pasión interior, albergada en el espíritu y en el corazón, mezclada con secretas tentaciones, que apenas si se conocen, pero que por eso mismo afligen grandemente al alma, de forma que uno no sabe, por decirlo así, cómo colocarse; tanto más que no hay entonces señal alguna de oración sensible.
Sé bien que Dios me da a entender que puri­fican el alma;2 y sé que por la misericordia de nues­tro buen Dios no deseo saber otra cosa ni quiero gustar consuelo alguno; sólo deseo estar crucificado con Jesús.3

Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo" (6, 14).
Este estar crucificado con Cristo es el meollo de la doctrina espiritual de Pablo de la Cruz, el fundamento de su personalidad y el centro de su vida y apostolado.
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24, DOMINGO: Hice indignamente la santa ora­ción; no me sentí particularmente elevado, pero permanecí con la acostumbrada paz interior, es de­cir, con la pura atención amorosa a Dios,' gene­ralmente infusa en el espíritu; me acerqué luego indignamente a la santísima Comunión, estuve un poco de tiempo recogido, y luego terminé así.
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Pablo debía haber leído ya en San Francisco de Sales sobre la actividad contemplativa, "mediante la cual miramoss la verdad de la belleza y bondad divinas con aten­ción amorosa, es decir, con amor que nos hace atentos; o bien, con atención que proviene del amor y aumenta el amor hacia la infinita amabilidad de Dios" (San Fran­cisco de Sales, Tratado del Amor de Dios, 1. VI, c. VI).
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25, LUNES: Estuve insensible en la oración, y hasta distraído en la santa Comunión; al principio recogido, pero luego cesó. Cuando más fervor sentí, incluso acompañado de alguna lágrima,' fue de noche, pidiendo al Señor por la Santa Iglesia y por los pecadores, para que se aplaque y no descargue el inminente castigo2 que merezco por mis pecados, con otras oraciones que aquí no escribo.
El resto del día lo pasé lleno de aflicción, de melancolía, tentado también de compasión hacia mi casa; me molestaba ver a la gente, oírla pasear, el ruido, la campana;3 en una palabra, me parecía tener el corazón sepultado, sin algún sentimiento de oración; no se me ocurrió, sin embargo, de­sear verme aliviado, y mentalmente me alegro de estar así; pero esta alegría no se siente, porque durante este tiempo hay trabajo, y mucho; es como un contento de que se haga la voluntad santísima de nuestro buen Dios,4 pero que está escondido como bajo las cenizas, en lo más secreto del espíritu; sé que es difícil explicarme, porque el que no lo ex­perimenta, con dificultad lo entiende.
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' Se trata aquí de un fenómeno denominado en mís­tica "don de lágrimas" (Vid. Santa Teresa de Avila, Castillo del Alma, m. 6, c. VI, n. 7). Se sabe también que otros santos tuvieron este don en muy alto grado, por ejemplo San Ignacio de Loyola, del cual se dice que "difícilmente se verá otro santo en el que el 'don de lágrimas' haya in­fluido tanto en su personalidad como en él" (Ignatius von Loyola, Das gesistliche Tagebuch, hrsg. von A. Haas und P. Knaucr, Freiburg 1961, 233 Anm. 4).
2 No sabemos con seguridad a qué alude aquí en con­creto Pablo de la Cruz. ¿Tal vez a los trastornos que pre­pararon la Revolución Francesa?
3 Esta lucha interior debió ser muy intensa, ya que 17 años más tarde se refiere a ella en una de sus cartas: "¡Oh, si supiera las contrariedades que experimenté yo antes de abrazar esta vida que llevo! Los espantos gran­des que me infundía el

demonio, la compasión hacia mis parientes, a los que dejaba en grandes apuros ..., me causa­ba horror hasta el oír las campanas; todo el mundo me parecía feliz, menos yo. Jamás podré explicar estos grandes combates" (CDE 229).
4 La voluntad de Dios y su providencia ocupan un lugar importantísimo en la doctrina espiritual de Pablo de ¡.a Cruz (Vid. M. Viller: La Volonté de Dieu dans les lettres de Saint Paul de la Croix, en "Revue d'Ascetique et de Mystique", XXVII, 1951, 132-174).
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26, MARTES: Hice la oración indignamente por la noche 1 y estuve seco a excepción del principio, en el cual sentí una cierta suavidad interior muy sutil y delicada. Recibí luego la santa Comunión y estuve particularmente elevado en Dios con una altísima suavidad y un cierto calor de corazón, que afecta­ba incluso al estómago; conocía que era cosa so­brenatural,2 y me hacía estar con gran consuelo.
Sé que tuve también coloquio3 sobre la Pasión de mi amado Jesús; cuando le hablo de sus tor­mentos, v. gr., le digo: ¡Oh mi Bien!, cuando fuiste flagelado ¿qué sentía vuestro sacratísimo corazón? Amado Esposo mío, ¡cuánto os afligía la vista de mis pecados y de mis ingratitudes! ¡Oh Amor mío!, ¿por qué no muero por Vos, ¿por qué no soy todo un espasmo? Y a veces siento que el espíritu no puede ya hablar, y se queda así en Dios con sus tor­mentos infusos en el alma;4 otras veces parece que el corazón se deshace.
El resto del día, sobre todo la tarde, me sentí de modo particular afligido y melancólico, al modo que ya tengo dicho; porque esta melancolía no quita la paz del corazón; se siente grande aflicción, no se tienen ya consuelos espirituales ni otra cosa alguna, y parece que no se han tenido nunca; sé que digo a mi Jesús que sus cruces son las alegrías de mi cora­zón.5
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' Pablo de la Cruz se levantaba a medianoche para el rezo de maitines, al que seguía una hora a la meditación.
2 Santa Teresa de Avila habla frecuentemente de este gozo "sobrenatural" en la oración, que produce una grata sensación en el mismo cuerpo (Santa Teresa de Jesús, Cas­tillo Interior, m. VI, c. 11; Camino de Perfección, XXXIII).
3 Estos coloquios con el Señor Paciente eran en Pa­blo de la Cruz su modo predilecto de oración. Posterior­mente lo usó también en las misiones, al dirigir la medita­ción sobre la Pasión de Jesús.
4 Los tormentos infusos (tormenti infusi) juegan en la mística pasionista de Pablo de la Cruz un papel muy importante. Se trata de una gracia mística, de una "partí­cipáción" en los sufrimientos de Cristo; podría hablarse hasta de una "estigmatización espiritual" (Vid. M. Bialas, Leiden als Gnade in der PassionsmYstik des Paul vom Kreuz, in: "Mysterium der Gnade", Festschrift zum 65. Geburtstag von J. Auer, Regensburg 1975, 427-441).
5 Pablo de la Cruz veía en sus sufrimientos el com­plemento de la Pasión de Cristo. Su configuración con Je­sús le llenaba interiormente de gozo, como sucedía a los apóstoles, según se dice en los Hechos: "Ellos (los após­toles) se fueron contentos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús" (Hech 5, 41).
Aquí se habla de los sufrimientos "apostólicos% esto es, de los que hay que sufrir para anunciar el evangelio. Sin embargo, en los textos más antiguos del N. T. se ve ya la tendencia a considerar también los sufrimientos del seguimiento de Cristo -no sólo los del apostolado- como una participación en la Pasión de Jesús. "Llarnando a la muchedumbre y a los discípulos, Jesús les dijo: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Me 8, 34). Para Pablo de la Cruz estas luchas interiores y tentaciones no son algo casual y re­chazable, sino resultado de su empeño por conseguir una mayor identificación con Cristo; por eso los acepta conscientemente.
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27, MIERCOLES: Estuve en oración por la noche; al principio me sentí muy recogido, y duró un ra­tito; luego experimenté alguna inquietud de pensa­mientos y alguna tentación, la que duró poco. La santa Comunión estuvo acompañada de altísima sua­vidad y elevación en Dios, con mezcla de lágrimas; me vino luego a la memoria haber oído decir que. corren la voz de que no podré soportar tanta des­nudez;' en este momento fue tanto el júbilo y deseo de padecer, que el frío, la nieve y el hielo me parecía cosa dulce, y los deseaba con gran fer­vor, diciendo a mi amado Jesús: tus penas, Dios mío, son las prendas de tu amor; y así me quedaba gozando de mi amado Jesús con altísima suavidad y paz, sin movimientos de las potencias, en silencio. No se me acaba el fervor cuando pido por las nece­sidades ya antes expuestas.2
Sé que he sentido también un impulso particular de ir a Roma para esta gran maravilla de Dios;3 igualmente he dicho a mi Sumo Bien si quería que escribiera la regla para "los pobres de Jesús",4 y he sentido una gran moción, con gran suavidad. Me alegraba que nuestro gran Dios se quiera servir de este gran pecador, y por otra parte no sabía dónde arrojarme al verme tan vil. Basta: sé que digo a  mi  amado Jesús que todas las criaturas cantarán sus misericordias.
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' Probablemente algunos vecinos de Castellazzo esta­ban sorprendidos y hasta horrorizados al ver que el santo andaba todavía descalzo en esa época del año.
2 Por la mañana pedía por la Iglesia, por la con­versión de los pecadores, que cesase la nostalgia por su casa y su familia, y por otras intenciones que no especi­fica.
3 Con las palabras "gran maravilla de Dios" se refiere el santo a la fundación de la congregación pasionista. El quería ir a Rorna y pedir personalmente al Papa permiso para esta obra. En agosto del año siguiente pudo viajar a la Ciudad Eterna, pero recibió una gran desilusión, al ser rechazado de manera poco delicada por la guardia del Quirinal, residencia entonces del Sumo Pontífice, como se ha dicho ya en la página 21, nota 1.'
4 El nombre primero que el fundador dio a su con­gregación fue el de 'Tos Pobres de Jesús" (I poveri di Jesu). Pablo de la Cruz escribe pocos días más tarde -del 2 al 7 de diciembre de 1720- las reglas de la nueva orden religiosa.
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28, JUEVES: Estuve en la oración árido y un poco distraído, y en la santa Comunión me sentí recogido; después, a la hora de acción de gracias y súplica, estuve con mucha ternura de lágrimas, sobre todo, pidiendo a Dios, Sumo Bien, por el éxito feliz de la santa inspiración que por su infinita bondad me ha dado, y sigue dándome continuamente.'
Recuerdo que invocaba a la Santísima Virgen con todos los ángeles y santos, máxime a los fun­dadores, y de repente me pareció verles en espíritu postrados delante de la Santísima Majestad de Dios rogando por esto;2 fue cosa de un instante, como un relámpago3 de suavidad mezclada con lágrimas; la vista no fue una cosa corpórea; fue así, en espíritu, con la inteligencia del alma, la cual no se declara, y enseguida desapareció.
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1 Es una referencia a la fundación de la congregación pasionista,
2 Se trata de una "visión intelectual”, tal como la des­cribe San Juan de la Cruz en la Subida al Monte Carmelo, 1. 11, P. IV, C. XXII.
3 Santa Teresa hace notar que tales visiones duran so­Jarnente un abrir y cerrar de ojos: "y aunque es con tanta presteza, que lo podríamos comparar a la de un relám­pago, queda tan esculpido en la imaginación esta imagen g!oriosísima, que tengo por imposible quitarse de ella hasta que la vea adonde para sin fin la pueda gozar" (Castillo Interior, m. VI, c. IX, 3).
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29, VIERNES: Hice malamente la oración, y recibí la santa Comunión con aridez; en la oración estuve distraído; quiero explicarme en lo de las distraccio­nes en la oración. Cuando estoy distraído, el alma no por eso deja de estar en paz con Dios, a pesar de que está conturbada por los pensamientos, que me molestan.
A veces digo a mi entendimiento, que anda de acá para allá: ve donde quieras, que siempre irás con Dios; lo que me sucede en estas distracciones, es decir, qué clase de pensamientos me pasan por la cabeza (a no ser que sean evidentes tentaciones) durante la oración, no lo sé decir; sólo sé que son cosas indiferentes y a veces recuerdo que son tam­bién pensamientos espirituales; sin embargo, por lo que Dios me da a entender, me doy cuenta y sé que el alma está siempre fija con su paz en Dios, aunque queda más insensible y secreta.
Y de esto se da cuenta la voluntad, que es la boca donde entra el alimento santísimo del divino amor, y que, si bien queda secretamente alimentada, por la molestia que le dan estas dos potencias de memoria y entendimiento que se van tras las dis­tracciones, todavía ella no deja de estar atenta al alimento que es el santísimo amor de Dios; cuando mucho, sucede que no lo siente tanto como cuando le están sujetas las otras dos potencias, y, a mi entender, es algo así como cuando un niño tiene la boca al pecho de la madre, que toma la leche, y con las manos y los pies juguetea, se revuelve, mueve la cabeza y hace otras cosas semejantes, más no aparta la boca del pecho de la madre; cierto que haría mejor en estarse quietecito, que no en estar haciendo lo que se ha dicho, pero de todas maneras la leche la toma, puesto que no retira la boca del pecho de la madre.
Así es el alma: la voluntad, que es la boca no deja de mamar la leche del divino amor, aunque las potencias, memoria y entendimiento, anden de acá para allá; es verdad que se siente más provecho cuando están sujetas y unidas; yo, empero, no sé explicarme mejor, pues el Señor no me da a en­tender otro cosa.'
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1 Esta comparación del niño que se alimenta al pecho de su madre la emplean ya Santa Teresa de Jesús y San Francisco

de Sales para explicar la función de la voluntad en la oración. (Vid. Teresa de Jesús, Camino de Perfección, c. XXI, nn. 9-10; Francisco de Sales, Tratado del Amor de Dios, 1. VI, c. IX). Pablo de la Cruz había leído ya seguramente estas obras.
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30, SABADO, DIA DE SAN ANDRES APOSTOL: Estuve en la oración árido y distraído; en la Co­munión estuve recogido; luego tuve muchas lá­grimas; recuerdo que rogaba mucho a Jesús que me hiciese humilde en sumo grado; deseaba ser el último de los hombres, la hez de la tierra, y pedía a la Santísima Virgen que me alcanzase esta gracia con muchas lágrimas; recuerdo que dije a mi Jesús, que me enseñara cuál es el grado de hu­mildad que más le gusta, y sentí que me decía al corazón:' cuando te arrojes en espíritu bajo los pies de todas las criaturas,2 hasta bajo los pies de los demonios; eso es lo que más me agrada.
Tengo entendido, en efecto, que al abajarme basta el infierno es cuando Dios levanta hasta el Paraíso; porque así como el demonio cayo en lo más profundo del infierno por quererse levantar a lo más alto del Paraíso, así, viceversa, el alma que se humilla hasta el infierno hace estremecer al demonio, lo confunde, y el Sumo Bien la ensalza hasta el Paraíso; sé que todo es cosa de mi Dios;3 a El sea por siempre el honor y la gloria. Amén.
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1 Es una locución interior, que describe S. Juan de la Cruz en la "Subida al Monte Carmelo”, donde distingue tres clases de locuciones: "sucesivas”, "formales" y "sus­tanciales". "Sucesivas llamo ciertas palabras y razones que el espíritu, cuando está recogido entre sí, para consigo suele ir formando y razonando. Palabras formales son ciertas palabras distintas y formales que el espíritu recibe, no de sí, sino de tercera persona, a veces estando recogido, a veces no lo estando. Palabras sustanciales son otras palabras que también formalmente se hacen al espíritu, a veces es­tando recogido, a veces no; las cuales en la sustancia del alma hacen y causan aquella sustancia y virtud que ellas significan" (San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, 1. 11, p. IV, c. XXVXIII). En el caso de San Pablo de la Cruz se trata probablemente de una locución "sustancial% ya que poseía en alto grado esa humildad radical, por la que el alma se somete a toda criatura por Dios (Vid. E. Zo­ffoli, Diario Spirituale, Roma 1964, p. 62, nota l).
2 El santo se refiere a 1 Pe 2, 13: "Por amor del Señor, estad sujetos a toda institución humana". En carta a sus religiosos vuelve al mismo texto: "Oh cómo quisiera re­comendaros esta humildad de corazón, y esta sencillez de niño que os hará respetuosos y caritativos con todos, y os ayudará a someteros a todos, como dice el apóstol San Pedro: Estote subjecti omni creaturae propter Deum" (Lett. IV, 227).
Y en carta a Inés Grazi: "En esto consistió la prin­cipal diligencia de los verdaderos siervos del Altísimo, en permanecer en su nada delante de Dios, sujetos a todas las criaturas y despojados de todo afecto terreno" (CDE, 512).
3 Aquí se ve claramente su ¡limitada confianza en la bondad y poder de Dios, poder que tiene bajo su control incluso a las fuerzas del mal en el infierno.
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1 DE DICIEMBRE DOMINGO: Tanto en la ora­ción como en la Comunión, he estado árido y dis­traído, con un poco de la melancolía' ya antes dicha.
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1 Vid. 23 nov.
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2, LUNES: He estado insensible y distraído en la santa oración, lo mismo que en la santa Comunión, con la diferencia de que en la santa Comunión no estuve distraído,' ni se da casi nunca el caso de que lo esté; seco y árido, eso sí; pero, poco antes o poco después, siento siempre las más de las ve­ces2 alguna moción al corazón, que va y viene tan repentinamente que apenas la sientes; luego te que­das como un tronco, por más o menos tiempo. Sea por siempre bendito en todo el Dador dulcísimo de todo bien.
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1 Hoy comienza a escribir las Reglas de la congrega­ción que Dios le había inspirado fundar. Sorprende que en ninguno de los seis días en que las escribió mencione este hecho en su Diario. Sin embargo, en el epílogo de dichas Reglas dice: "Yo, pobrísimo y gran pecador, Pablo Francisco, indignísimo siervo de los Pobres de Jesús, he escrito esta santa Regla... Comencé a escribir esta Regla el año 1720, 2 de diciembre, y la terminé el 7 del mismo mes" (CDE, 157).
2 Se ve claramente que Pablo de la Cruz consignaba sus recuerdos y experiencias interiores tal como le venían, sin preocuparse de hacerlo de manera sistemática o con un estilo particular. Precisamente por esto sus descripciones están tan llenas de vida, de encanto y de sencillez.


3, MARTES: Me sentí todo el día presa de grandes aflicciones; las he tenido cuando era seglar, pero tan sensibles y vehementes no; en cuanto a mi, aun­que esté en este estado, me siento con deseo grande de que duren, y le' sé decir que cuando me vienen esta suerte de aflicciones o afanes (que no sé cómo llamarlos) me encuentro como sepultado en un abis­mo de miserias, me parece que soy el más miserable y abandonado de los hombres que pueda darse, y sin embargo el alma las abraza, porque sabe que es la voluntad de Dios, y que son las alegrías de Jesús; me dan ganas de decir con Santa Teresa: O pa­decer o morir.2
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1 Se refiere al obispo Gattinara, su confesor y director espiritual, por cuyo mandato escribió este Diario.
2 "...dígole (al Señor) algunas veces con toda ella (la voluntad): Señor, u morir u padecer; no os pido otra cosa para mP (Santa Teresa de Jesús, Autobiografía, c. 40, n. 20).
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4, MIERCOLES: Hice la oración recogido y experimenté también dulce inquietud de pensamientos; en la santa Comunión sentí mucha suavidad; mi buen Dios me daba inteligencia infusa del gozo que tendrá el alma cuando le veremos cara a cara,' cuando estará unida a El en un santo amor; luego me venía dolor de verle ofendido, y le decía que querría verme martirizado por un alma.
¡Ay de mí!, me parecía languidecer, viendo la pérdida de tantas almas que no reciben el fruto de la Pasión de mi Jesús. 2
Cuando Dios me da esta inteligencia altísima del gozo que se experimentará cuando le veremos cara a cara, esto es unidos a El, el alma no puede, por decirlo así, soportar el estar metida en el cuerpo, pues con altísima lumbre de fe se ve en el infinito amor de Dios; siente el deseo de verse libre del cuerpo.3 Pero ya se me ocurrió decir que el cuerpo es la cadena del alma, que le tiene sujeta; y que hasta tanto que Dios la rompa con la muerte del cuerpo, no puede volar a la unión y vista perfecta de su amado Bien.4
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1 "Ahora vemos como por espejo y oscuramente, pero luego veremos cara a cara" (1 Cor 13, 12).      
2 La Pasión de Jesús es para Pablo de la Cruz “la più grande e stupenda opera del divino amore" (Lett., II, 499). Por eso para él el método más eficaz y mejor para apartar a los hombres del pecado era la meditación en la Pasión de Jesús. "Es evidente -dice-, se palpa cada día con la mano que el método más eficaz para convertir aun a los más obstinados es la Pasión de Jesucristo" (Lett., II, 234).
3 "Para mí la vida es Cristo, y la muerte, ganancia. Deseo morir para estar con Cristo, que es mucho mejor (Fil 1, 21, 23).
4 Santa Teresa describe con palabras semejantes esta misma experiencia: " ... y como el alma se ve atada para no gozar como querría de Dios, dale un aborrecimiento grande con el cuerpo, y parécele como una gran pared que le estorba para que no goce su alma de lo que entiende entonces, a su parecer, que goza en sí, sin embarazo del cuerpo. Entonces ve el gran mal que nos vino por el pecado de Adán en quitar esta libertad" (Cuentas de Conciencia, 54.ª (5.ª), Sevilla 1576).


5 DE DICIEMBRE: Estuve en la oración y en la Comunión con paz; al principio tuve mucha ter­nura, es decir, antes de comulgar, y mucho cono­cimiento de mí mismo; y decía a los Angeles que asisten al adorabilísimo Misterio que me arrojasen fuera de la iglesia, pues soy peor que un demonio; sin embargo, la confianza con nú Esposo Sacramen­tado no se me quita; le decía que se acuerde de lo que me ha dejado en el santo Evangelio, esto es, que no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.'
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"Id y aprended qu¿ significa 'Misericordia quiero y no sacrificio'. Porque no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9, 13).

6 DE DICIEMBRE, VIERNES: Estuve particular­mente recogido, sobre todo después de la santa Co­munión, en la que me encontré con gran paz y suavidad, con dulcísimos afectos; sentía especial fervor en rogar a Dios que fundase, El mismo, pron­to esta Congregación' en la Santa Iglesia, y por los pecadores; tuve mucha inteligencia infusa de los espasmos de mi Jesús, y tenía tantas ansias de per­manecer perfectamente unido a El, que deseaba sentir actualmente sus padecimientos, y estar con El en la Cruz .2
Estas maravillas no se pueden explicar con si­miles corpóreos,3 porque Dios se las da a entender por

manera altísima al alma con movimientos espi­rituales que no se pueden declarar, y las entiende en un instante.
Todo el resto del día lo pasé árido y también molestado de pensamientos, pero en paz.
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1 El santo estaba entonces escribiendo las Reglas.
2 Esta gracia de participar interiormente en la Pasión de Jesús -"tormenti infusi"- es una de las experiencias místicas de San Pablo de la Cruz. El Apóstol San Pablo nos habla también de una participación semejante: "Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí" (Gál 2, 19-20).
Bien puede afirmarse que tal participación en los su­frimientos de Jesús es el núcleo o centro de la mística de San Pablo de la Cruz (Vid. San Bretón: La Mística de la Pasión, Herder 1969, Barcelona).
3 Por tratarse de un "conocimiento infuso”, es difícil describirlo con palabras ("con parità corporea").
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7, SABADO: En la oración de la mañana estuve con paz, y luego me vi molestado por pensamientos. En la santa Comunión estuve particularmente reco­gido y elevado, con lágrimas, hasta el punto que sentía dolor en torno al estómago,' pues tiritaba un poco de frío. Pero luego todo desapareció. Esto me sucede a menudo; sé que me he sentido débil de cuerpo, pero, ¡oh bondad infinita de nuestro soberano Bien!, después de haber comulgado me he sentido mejorar y fortalecer. Esto, por la inteligencia que Dios me da, proviene del vigor grande que re­cibe el espíritu de este angélico pan, que llega incluso a redundar en el cuerpo.
He tenido igualmente gran fervor, mezclado con lágrimas, rogando por la conversión de los peca­dores. Decía a mi Dios que no puedo sufrir verle ofendido.
Tuve también una particular ternura al suplicar a Dios que, por su bondad, funde pronto la Santa Congregación, y que mande gente para su mayor gloria y el mayor provecho de los prójimos;2 y esto con gran deseo y fervor. Le decía que me aceptase por el mínimo de sus siervos y me parecía ser indignísimo (como lo soy en efecto) de estar a su servicio.
He tenido gran conocimiento de mí mismo; me parece, cuando Dios me da este altísimo conoci­miento de mí, que soy peor que un demonio; que soy una sucísima cloaca, como de verdad lo soy; pero no se me va jamás la grandísima y tierna con­fianza en mi Esposo Sacramentado. Le digo que, haciéndome tantas gracias y favores, resplandecerán más sus infinitas misericordias, porque se las hace al más gran pecador. Sea en todo alabado su San­tísimo Nombre.
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1 El texto italiano es muy expresivo: "mi facevano niale le ossa del stomaco".
2 Hoy Pablo de la Cruz termina de escribir las Reglas de la congregación pasionista. En carta a su obispo explica cómo las redactó: “Escribía tan de prisa, que parecía que alguien me dictaba desde una cátedra; notaba que las pa­labras me salían del corazón. He escrito todo esto, para que se sepa que todo ello fue con particular inspiración de Dios, pues, por lo que a mí toca no tengo más que iniquidad e ignorancia" (CDE, 158).
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8, DOMINGO: Estuve en la oración como de cos­tumbre, en paz. Al hacer el ofrecimiento de los dolores que sufrió mi Jesús, me sentí conmovido hasta las lágrimas, y lo mismo al rogar por todos los de mi prójimo.
En la santa Comunión he estado particularmente recogido, máxime en la meditación dolorosa y amo­rosa de los tormentos de mi Jesús.1 Esta gracia tan soberana, que mi amado Dios me hace en este tiempo, no sé explicarla, porque no puedo.
Sepa2 que, cuando me pongo a considerar las penas de mi Jesús, a veces, cuando he considerado una o dos, tengo que pararme, porque el alma no puede seguir hablando y parece que se siente de­rretir.3 Queda como languideciendo, con una sua­vidad altísima, mezclada con lágrimas, al considerar las penas de su Esposo, que siente como que se le infunden a ella;4 o bien, para explicarme más, quedo sumergido en el corazón y dolor santísimo del dul­císimo Esposo Jesús. A veces tiene el alma inte­ligencia de todas, y se queda así en Dios,5 con esa vista amorosa y dolorosa.6 Esto es dificilísimo de explicar. Me parece siempre cosa nueva.
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1El texto italiano dice: "...e massime nel fare il racconto doloroso et amoroso dei suoi tormenti al mio Gesù". Es una relación más íntima con Jesús que la simple meditación, por más dolorosa y amorosa que ésta sea.
2 Se refiere al obispo Gattinara, su confesor y director espiritual, por cuyo mandato escribió este "Diario".
3 "Derretirse" el alma en Dios es expresión que usa ya S. Francisco de Sales en su Tratado del Amor de Dios. "Así el amor, más fuerte que la muerte (Cant 8, 6), re­blandece, licúa y funde los corazones antes que todas las demás pasiones... El amor había hecho al Esposo fluido y licuescente, por lo que la esposa le llama 'óleo derra­inado' (Cant 1, 2)" (San Francisco de Sales, Tratado del Amor de Dios, 1. VI, c. XII).
4 Vid. 26 nov., nota 4, y 6 dic., nota 2.
5 San Francisco de Sales habla también de varios modos de contemplación. "A veces contemplamos alguna perfección divina, por ejemplo, la infinita bondad, sin pensar en otros atributos y virtudes... Otras veces con­sideramos en Dios muchas de sus infinitas perfecciones, pero mediante una simple e indistinta mirada... Finalmente, otras veces consideramos no muchas ni una sola perfección, sino cualquier hecho u obra divina que nos llama la aten­ción... (San Francisco de Sales, Tratado del Amor de Dios, 1. VI, C. VI).
6 El santo habla con mucha frecuencia en sus cartas de esta compenetración de amor y de dolor. La "contem­plación" produce el "dolor" al participar el alma en el sufrimiento de su amado Señor. Pero no se trata aquí de una simple "compasión" humana. Es un don muy especial que Dios concede al alma, le es “infundido", son unos "tormenti infusi", como los denomina Pablo de la Cruz.
La "contemplación" aumenta el "amor". El alma sabe que la Pasión de Jesús es 1a più grande e stupenda opera del divino Amore" (Lett., II, 499), y por este amor se llena de gozo y agradecimiento al Señor.
Aquí se advierten también un claro paralelismo con lo que escribe San Francisco de Sales: "Al contemplar el alma devota abismo tal de penas y tristezas en este divino Amante, ¿cómo podría no sentir un dolor santamente amoroso? Mas, considerando por otra parte que las aflicciones de su Amado no proceden de imperfección alguna ni de falta de fuerzas, sino de la magnitud de su amor, no puede por menos que derretirse en amor santamente doloroso... Pero, como los dolores de aquel a quien amo provienen de su amor, a medida que me afligen por la compasión me deleitan por la complacencia"... Por eso, lo mismo que me duelo de sus dolores, me siento arrebatada de gozo por su amor, no sólo me entristezco con él, sino que me glorío con él" (San Francisco de Sales, Tratado del Amor de Dios, 1. V, c. V.)
Pablo va más adelante. Para él esa "compasión" es un auténtico "sufrir con Cristo", gracia mística muy especial que Dios concede al alma si permanece fiel a la medi­tación de su Pasión.
En los días 27 y 28 de diciembre habla de nuevo de ese "amor compenetrado de dolor". Es la constante de su doctrina espiritual. Podría muy bien decirse que en este Diario están ya esbozados los grandes rasgos de su espiritualidad.
En esta compenetración de amor y de dolor que forman una misma cosa insiste en carta a una religiosa: "El amor es virtud unitiva y hace suyas las penas del Amado Bien. Si se siente totalmente penetrada por dentro y por fuera de las penas del Esposo, haga fiesta; pero le adelanto que esta fiesta se celebra en la hoguera del divino Amor, porque el fuego que penetra hasta la médula de los huesos transforma al amante en el Amado, y mez­clándose por subida manera el amor con el dolor, y el dolor con el amor, se hace una mezcla de amor doloroso, tan bien combinada que no se distingue ni el amor del dolor ni el dolor del amor, y así el alma amante se goza en su dolor y hace fiesta en su doloroso amor" (CDE, 866).
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9, LUNES: Estuve muy intranquilo y molestado por pensamientos. En la santa Comunión estuve reco­gido; después árido, y nuevamente molestado por pensamientos. En las peticiones hechas a Dios en la oración de la noche me sentí muy enfervorizado, sobre todo al rogar por la conversión de los peca­dores.
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10, 11, 12 y 13: He estado árido, distraído, ten­tado. Me hallaba como por fuerza en la oración. Estaba tentado de gula, y me venía hambre. Sentía el frío más de lo acostumbrado, y la carne' me pedía alivio, por eso quería escapar de la oración. Pero el espíritu, con la gracia de Dios, resistía; y las violencias y asaltos que me sobrevenían, ya de la carne, ya del demonio, para mí eran motivadas también del demonio, porque sé que tiene mucha envidia de quien hace oración.
Como digo, por la resistencia que yo hacía me daba saltos el corazón, me estremecía de pies a ca­beza, y me dolían hasta los últimos huesos de la espalda, así como el estómago. Pero por la mise­ricordia de Dios protestaba de no querer partirme de la oración, permaneciendo en ella aunque me hicieran mil pedazos .2
Esto me acontecía porque la carne quería tomar alimento antes del tiempo que me había prefijado para consagrarlo a la oración. Llegada la hora de salir de ella, quedaba en paz con tranquilidad, deseoso de padecer cada vez más; incluso pedía a mi Dios que no me quitara nunca los padecimientos. Cosa igual me ha sucedido ya otras veces, y con frecuencia. Sea por todo bendito mi amado Dios.
Tengo entendido que esta suerte de oración de sufrimiento es un gran regalo que Dios hace al alma para convertirla en un armiño de pureza,3 en una roca contra el dolor, con tal que de ello no haga más cuenta; y cuando haya llegado con el favor de Dios a este estado, el Sumo Bien la abra­sará de amor.
Hay que estar alerta para no retirarse de la oración en este tiempo tan doloroso, porque no se disminuiría el padecimiento, sino que el alma se afligiría más sin provecho, porque se vería caer en la tibieza. Sé que Dios me hace entender esto: que el alma a la que Dios quiere llevar a una alta unión con El por medio de la santa oración, tiene que pasar por este camino del padecer en la misma oración; y digo padecer sin algún consuelo sensible, por decirlo así. Pero tiene la ciencia infusa, que Dios le da, de

que está siempre en los brazos del Amado, alimentada por su infinita caridad .4 Tam­bién entendí, aunque en secreto, cuando me hallaba en un padecimiento particular, que al que venciere se le dará un maná escondido, que es aquel de que nos habla la Escritura.5 Este maná escondido en­tendí que será el alimento dulcísimo del santo amor, esto es, el encontrarse el alma en un subidísimo reposo con su dulcísimo Esposo en la santa oración. Deo gratias.
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1 Pablo de la Cruz toma aquí la palabra "carne" en un sentido bíblico, esto es, las tendencias de la naturaleza humana lesionada por el pecado. A la carne se contrapone el "espíritu" o la fuerza que nos viene de la vida, muerte y resurrección de Jesús.
2 También en Santa Teresa encontramos una expresión semejante. "Dávame este dar higas -dice- grandísima pena cuando vía esta visión del Señor; porque cuando yo le vía presente, si me hicieran pedazos, no pudiera yo creer que era dernonio" (Autobiografía, XXIX, 6).
3 Pablo de la Cruz se refiere aquí a la piel blanca del armiño en invierno.
4 El texto italiano dice: "...ma (l’anima) hà l'al­tissima intelligenza infusa, che Dio li dà, che è sempre in braccio del suo Sposo allattato dalla sua infinita charità". Como se ve, vuelve a hacer aquí alusión a la imagen del niño que se alimenta al pecho de la madre (Vid. 23 nov.).
5 Hech 2, 17.
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14, SABADO: He estado recogido, y he probado también aridez, distracción de pensamientos, y tam­bién algunos de los sobredichos padecimientos,l aunque no tan fuertes. En la sagrada Comunión es­tuve recogido y con tiernos afectos amorosos hacia mi Jesús Sacramentado, el cual sea por todos siempre alabado y amado. Amén.
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1 Son los sufrimientos de esta lucha del "espíritu" contra la "carne" (Vid. día anterior).
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15, 16, 17, 18: En estos días he estado árido, dis­traído con inquietudes y combates entre la carne y el espíritu, de la manera que antes dije. Ora más, ora menos, he tenido también asaltos de impaciencia, de irme de la oración, tentaciones de comer, apretado vivamente del hambre; y esto me sucedía también en la oración; pero yo decía a mi Jesús que no me libre, sino más bien que me haga pasar por estos padecimientos; por donde, debido a sin­gular gracia de mi Dios, aunque me halle1 en par­ticulares desolaciones, tentaciones y aflicciones in­teriores, no se me ocurre desear consuelo.
He tenido en estos días repentina moción del corazón a las lágrimas,2 pero desaparecen rápida­mente, o por lo menos duran muy poco; luego que­daba del modo antes dicho, pero por la misericor­dia de Dios no pierdo la paz del corazón; no parece que sienta el corazón perturbado por escrúpulos, sino más bien en paz con Dios. Cierto que me pa­rece no hacer nada de bueno, como de verdad es, pero confío en la suma bondad del Sumo Bien, que sea de todos amado, amén. No se me va el deseo continuo de la conversión de los pecadores todos, y me siento particularmente movido a rogar a Dios por este fin, pues no querría que fuese nunca más ofendido.
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1 El cambio del pretérito por el presente en este verbo y en el siguiente indica que sentía todavía esta experiencia en el momento de consignarla.
2 Es el don de lágrimas del que gozó frecuentemente S. Pablo de la Cruz (Vid. 25 nov., nota l).
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19, JUEVES: Tuve suavidad mezclada con lágrimas de particular contrición, y esto no sólo antes de confesarme, sino también después. Luego desapa­reció.
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20, VIERNES: Tuve aridez y también recogimiento frente a los espasmos de mi Jesús. Recuerdo que la tarde del jueves anterior decía que el recordarme del día fúnebre y doloroso del viernes es cosa que hace estremecer y venir accidentes.1 Yo le pedía a mi Jesús que me los mandase de puro dolor.
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1 En la Regla de los pasionistas, escrita 15 días antes, dice entre otras cosas: "¡Oh amadísimos! El solo recordar las cosas que pasaron un viernes es para hacerle morir a uno de verdad, si de verdad ama; porque es recordar el día en que mi Dios humanado padeció por mí y perdió su vida, muriendo sobre el duro madero de la cruz" (CDE, 157).
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21, SABADO, DIA DE SANTO TOMAS APOS­TOL: Me he visto muy trabajado por asaltos y combates al estilo dicho, y es así: Como el espíritu con la gracia de Dios quiere tener sometida la carne, y hacerla estar sometida y obediente a la razón, la carne, por el contrario, se rebela contra el espíritu, pues eso le parece duro, y querría, cuan­do siente hambre, alimentarse; cuando está cansada de trabajar  o estar en oración, por lo largo del rato que está de rodillas, querría reposarse; si tiene frío, querría calentarse, etcétera. Por esto digo que durante este día me sentí grandemente molestado por la mayor parte de estas cosas; y el espíritu resistía, y quería estar con Dios en la oración, aun cuando se sintiera afligido y desolado. Al contrario, la carne no quería, y por esto se excitaban las pasiones con aflicciones vehementes de corazón, el cual parece que me saltaba y me hacía estremecer de pies a cabeza, de tal modo que los huesos se resentían y me parecía que no iba a poder resistir más.
Luego me asaltaba el enemigo con tentaciones de impaciencia, me hacía concebir indignación hasta contra los sacerdotes que venían a decir misa,1 pareciéndome que llegaban demasiado tarde a decirla impulsándome incluso a decirles grandes despropósitos. Yo entonces levantaba mi voz a Dios y a María Santísima,2 pidiendo ayuda, y protestando de querer permanecer así hasta tanto que no estuvieran terminadas todas las misas, y esto para ir contra la tentación, que parecía obligarme a marchar.
Acabado esto, me sobrevenían horrendas ten­taciones de blasfemia contra Dios, pareciéndome que decía dentro de mí las más horrendas barbaridades;3 entonces acudía suspirando a María Santísima para que me ayudase.
Sepa que en este estado el alma se encuentra como en un gran abandono, no siente devoción alguna para con Dios, no se acuerda más nada de las cosas particulares del espíritu4 le parece estar sumergida en un abismo de miserias. Sin embargo, aunque se halle en gran desolación, es verdad que dichas tentaciones contra Dios desaparecen como un relámpago, y no permite el Sumo Bien que la pobre alma dure mucho tiempo en estas horribles tentaciones. En el secreto del corazón hay un oculto y casi imperceptible deseo de estar siempre pade­ciendo, por más que los dolores sean de ésta o de la otra manera.
También es verdad, empero, que yo pido verme libre de estas tentaciones contra Dios; estas diabó­licas instigaciones parten el alma y el corazón.5 Pa­decer no me importa, pero el alma no puede su­frir verse tentada contra su mismo Dios.
Sé, no obstante, que en ello resplandece la glo­ria de Dios, y el demonio queda confuso, porque en la resistencia que el alma presenta, y en esos do­lores, según la inteligencia que Dios me da, el Sumo Bien se complace, y el demonio queda burlado y corrido. Entiendo también que Dios la tiene en sus brazos, aunque de ello no se da cuenta; y de aquí proviene este parecer estar en un gran aban­dono y en una gran miseria, como que va todo mez­clado en esos diabólicos asaltos ya dichos; y si Dios por su infinita misericordia no prestase una particular ayuda, sería para desesperarse.
Tengo que decir una cosa para mayor gloria de Dios, y es que cuando estoy en este estado, en el cual ya me he visto alguna vez, largamente aunque no con tanta vehemencia, ruego a mi Jesús Cru­cificado que no me libre de él, antes al contrario lo deseo para padecer, y tengo un cierto secreto temor de que vaya a verme libre, a excepción hecha de lo que toca a las tentaciones contra Dios; las que acepto cuando Dios quiera permitirlas para mi mayor mortificación. Este temor dicho proviene del deseo que el alma tiene de acompañar a Jesús en sus padecimientos.6 Del provecho que de ello el alma saca nunca se podrá decir lo bastante, pero no es esto lo que busca, porque el amor no busca su propia conveniencia, sino sólo la gloria del Sumo Bien.
Conversaba con un hermano mío muy espiri­tual, tanto que no soy yo digno de ser llamado her­mano suyo,7 y la conversación era sobre los pade­cimientos espirituales que uno tiene; le decía que no me interesaba detenerme a conversar sobre ellos, por miedo a que no se me fueran sintiendo algún alivio con la conversación, cosa que no es así; pues temo, le decía, más perder una partecita de mis padecimientos, que otros temen perder sus riquezas. Tengo miedo, sí, de perder los dolores, aun cuando es verdad que el temor me aflige; pero no me aflige de manera que me quite la paz del corazón, y por

eso ando con tiento para no hablar de ellos a quien no estoy obligado por deber de obediencia.8 Pro­curaré, sí, animar a quien padece haciéndole notar cuánto son dulces los dolores; pero ponerme a contarle lo que yo padezco y el Señor me da, eso no.
Quisiera hacer saber a todo el mundo la gracia grande que Dios concede por su bondad, cuando nos manda sufrimientos, y el sufrimiento es, sobre todo, sin consuelo; entonces queda el alma purificada como el oro en el fuego,9 y hermoseada y aligerada para volar al Sumo Bien, o sea a su feliz transformación, sin darse cuenta. Lleva la cruz con Jesús y no lo sabe. Procede ello de la muchedumbre y variedad de los padeceres, que le causan un olvido ,general, de forma que ni se recuerda que padece.
Entiendo que esto es un gran padecer con fruto y de gran gusto para Dios, pues el alma viene a quedar en plena indiferencia de manera que ni se preocupa de padecer ni de gozar; está fija en la voluntad santísima de su amado Esposo Jesús, prefiriendo permanecer crucificado con El, porque esto es más conforme con su amado Dios, que en toda su vida no hizo otra cosa que padecer10. Sea en todo alabado el Sumo Bien, que por su infinita bondad se digna dar e infundir este conocimiento a un tan gran pecador.
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1 Durante estos 40 días de retiro, Pablo solía ayudar a la santa misa y hacer el oficio de sacristán en la iglesia (Zoffoli. Paolo della Croce, Storia Critica, vol. 1, Roma 1962, 189).
2 Los días 28 y 30 de noviembre nos dice también cómo en la oración se volvía a María. La devoción a la Stma. Virgen ocupa un papel muy importante en la vida y en la doctrina espiritual de S. Pablo de la Cruz (Basilio de San Pablo: La Mariología en el marianismo de SanPablo de la Cruz, "Ephemerides Mariologicae", VIII, 1958, 125-238).
3 También San Juan de la Cruz en su "Noche Oscura" habla de tales tentaciones de blasfemia contra Dios. "Otras veces se les añade en esta Noche el espíritu de blasfemia, el cual, en todos sus conceptos y pensamientos, se anda atravesando con intolerables blasfemias, a veces con tanta fuerza sugeridas en la imaginación, que casi se las hace pronunciar, que le es grave tormento" (L. 1, c. XIV).
4 Probablemente alude aquí a los principios de la vida espiritual.
5 El texto italiano dice: "quei diabolici parliamenti trucidano il cuore e l'anima".
6 Esta participación en la Pasión de Jesús constituye el centro de la mística pasionista de Pablo de la Cruz. Sin embargo, el sufrimiento nunca es meta, sino solamente medio, aunque el mejor, para llegar a la verdadera unión con Dios, que entraña siempre gozo y felicidad en su más alto grado.
7 Alude a su hermano Juan Bautista -un año más joven-, que se le agregó en 1721; fue siempre, hasta su muerte en 1765, su más fiel compañero y se le puede con­siderar como cofundador de la congregación pasionista. Murió en olor de santidad y está introducida su causa de beatif icación.
8 Se refiere, sobre todo, a su confesor y director espi­ritual.
9 Pablo de la Cruz habla ya de la virtud purificadora del dolor en el primer día de este Diario (Vid. 23 nov.).
10 Decir que toda la vida de Jesús no fue sino Pasión podría parecer exagerado. Para Pablo de la Cruz, sin em­bargo, el sufrimiento está en íntima relación con el amor. En sus cartas presenta la Pasión de Jesús, sobre todo, como manifestación del amor de Dios a los hombres. Amor de Dios y sufrimientos de Cristo están íntimamente relacionados, se identifican. El amor de Dios -,-dice- es un mar "del cual sale el mar santísimo de los padecimientos de Cristo; pero ambos mares no son más que uno solo" (CDE. 394). Al referirse al sufrimiento de Jesús como expresión del amor de Dios: "en toda su vida no hizo sino           sufrir, está también implicito que "toda su vida fue amor".



22, DOMINGO: He estado recogido con mucho fer­vor sensible.
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23, LUNES: En la oración de la noche estuve con gran paz, suavidad y lágrimas, y también con altísimo conocimiento de las infinitas perfecciones, en es­pecial de la infinita Bondad. El resto del día lo he pasado sepultado en la desolación, e inquietado ex­teriormente por pensamientos referentes a cosas futuras, causados por el demonio. Esto exteriormente aplicado a los pensamientos, es algo así como cuando el agua del mar está tempestuosa, y en grandes oleadas, hinchada por el viento, embiste contra los escollos, los golpea, de forma que parece quererlos abatir y deshacer; pero en vano. Las rocas quedan impenetrables, no se deshacen, puede que se des­cascarillen un poquito, pero para la solidez de la roca no hay peligro de que puedan nada las olas, por más fuertes que sean. Pues algo así pasa con el alma, cuando está en oración; en estos momentos es como la roca. Dios la tiene envuelta en un océano de caridad, y puede decirse que está como roca firmísima, sostenida por la fortaleza del Sumo Bien.
El demonio, envidioso de este estado del alma en oración, viendo que no puede arrebatarla de las manos poderosas del Altísimo, trata por lo menos de perturbarla asaltándola ora con tentaciones, ora con imaginaciones, ora con variedad de pensamientos, ora con otras tretas de infames ficciones, or­denadas todas a robarle la atención de Dios. Pero inútilmente, porque en medio de este tempestuoso oleaje que levanta el demonio, el alma permanece firme como una roca, está siempre fija en su amado Bien.
Esta ondonada de pensamientos no sirven para otra cosa que para arañarla un poquito, de manera que quede algún momento sin ese singular y altí­simo don de la vista de Dios, pero aun esto no me parece del todo verdad, no se da ese momento. Lo digo así porque no sé explicarme mejor, pero de hecho el alma sigue como estaba, resistiendo a los asaltos, y por eso le parece a la pobrecita que pier­de algo de atención amorosa y que no está en brazos de su querido Esposo. Dios, empero, me hace enten­der que está allí presente, complaciéndose en verla combatir, y esto la sirve de mayor provecho, porque en virtud de ese padecer que le causa la pelea se purifica como la roca, que si antes de la borrasca estaba algo enlodada, pasada la tempestad queda limpia, porque el movimiento de las olas la ha la­vado.1
Conviene, sin embargo, estar advertidos, para que cuando venga esta balumba de pensamientos e inquietudes uno permanezca fijo en Dios sin hacer mucho caso de ellos, porque viendo el enemigo que no le damos importancia, se va avergonzado, pues nota que con la ayuda de Dios no se le teme.
Cuando me encuentro en esta borrasca de pensamientos y otras inquietudes, me vuelvo hacia mi Dios diciendo: Bien mío, mirad cómo se encuentra esta pobre alma mía; y luego le pido que, si es ésa su divina voluntad, me libre de estos peligros; y sigo como estaba. Pero no dejo de confesar que me dan mucho fastidio. Mas sea todo por amor del Sumo Bien, a quien sea honra y gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.
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1 Cincuenta años más tarde, en carta a la priora de las carmelitas de "Corpus Domini" de Roma, volvemos a encontrar esta comparación tan gráfica del alma en tentaciones, como roca en medio del mar azotada por las tempestades: "En cuanto a las angustias y combates es­pirituales que V. R. experimenta, puedo decirle, según lo que se me alcanza, que las cosas de su espíritu van cada vez mejor. Usted no tiene que hacer otra cosa sino estarse bien cerradita en su interior y ser como una roca sostenida por los brazos de la misericordia de Dios; y si las tem­pestades del oleaje del mar baten el escollo, no importa. ¿No ha visto nunca V. R. los escollos del mar cuando son batidos por la tempestad? Llega un oleaje furibundo, lo azota, y él... ¡en pie como un escollo! Pasada la tem­pestad, observe V. R. bien el escollo y echará de ver que las ondas de la tempestad no han hecho más que pulirlo y limpiarlo de la mohosidad que el pobre escollo había coniraído a lo largo de la calma del mar" (CDE, 979).
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24, MARTES: He estado con más recogimiento y lágrimas, sobre todo en la sagrada Comunión. Por la noche estuve también recogido, pero no de ma­nera tan particular. Tuve también muchos afectos, máxime al acordarme del infinito amor de nuestro buen Dios haciéndose hombre por nosotros, nacien­do en tanta pobreza y con tanta incomodidad.1 Luego quedé reposando en mi Dios.
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1 El misterio de Dios hecho hombre emocionaba pro­fundamente al santo. En sus cartas de dirección habla de él con muchísima frecuencia; así, a Inés Grazzi el 29 de noviembre de 1736: "Se acerca el tiempo del santo Adviento, en el que la Santa Madre Iglesia conmemora el divino desposorio que el Verbo eterno celebró con la naturaleza humana en su sacratísima Encarnación. Con­temple, hija mía, este misterio de altísima caridad, y deje que su alma se engolfe y sumerja con libertad en el mar infinito de todo bien; desee y pida mucho que se celebre pronto el gran desposorio de amor entre Jesús y su alma, y entre Jesús y este pobrecillo indignísimo" (Lett., 1, 160: CDE, 460).
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25, DIA DE NAVIDAD: Con el alba me confesé con particular ternura y contrición, y gran conoci­miento de mí mismo. Después, en la santa Co­munión, estuve como un tronco. Así permanecí casi todo el día.
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26, JUEVES, DIA DE SAN ESTEBAN MARTIR: Estuve con particular elevación de espíritu, sobre todo en la santa Comunión. Deseaba morir mártir, yendo allí donde se niega el adorabilísimo misterio del Santísimo Sacramento. Este deseo hace ya bas­tante tiempo que me lo hace sentir la infinita Bondad; pero hoy lo tuve de modo muy particular. Te­nía deseo de la conversión de los herejes, sobre todo de Inglaterra 1 y reinos vecinos, y por ello hice particular petición en la santa Comunión.


Tuve también particular inteligencia de la infi­nita misericordia, dándome a conocer nuestro Sumo Bien con qué infinito amor castiga aquí, para que se huya de la eternidad de los tormentos; y porque sabe su infinita Majestad el lugar que su infinita justicia tiene preparado por justísimo y merecidí­simo castigo del pecado, por eso su infinita mi­sericordia se mueve a compasión y manda amorosos castigos, a fin de que, avisados con ellos, los peca­dores se enmienden, y huyan de aquel eterno cas­tigo, sirviéndole. Todo esto lo comprendo en un abrir y cerrar de ojos con muchas lágrimas y altísi­ma suavidad.
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1 Este interés por el retorno de Inglaterra a la Iglesia Católica se ha conservado siempre en la congregación pasionista. El P. Domingo Barberi (1792-1849) fundó en las Islas Británicas la primera provincia religiosa de dicho instituto fuera de Italia. Teólogo y santo, el P. Domingo ejerció gran influencia en el denominado "Movimiento de Oxford", y gozó del aprecio y de la amistad del Cardenal Newman, a quien recibió en la Iglesia Católica. El P. Do­iningo Barberi fue beatificado el 27 de octubre de 1963 por el Papa Pablo VI (Vid. Un Apóstol de la Unidad, Edit. Verbo Divino, Estella, 1973).
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27, DIA DE SAN JUAN APOSTOL Y EVANGELISTA: Me he sentido conmovido por la infinita Bondad con mucha calma y suavidad, sobre todo a la hora de la Comunión, experimentando con infuso conocimiento y con altísimos consuelos del Espíritu Santo, un cierto descanso del alma unido a las penas del Redentor, en las cuales aquella se complace; se mezclan amor y dolor. No sé darme a entender en esto, porque no se puede explicar.1
Pedía, mientras ayudaba a Misa y veía a Jesús,2 que me mandase los serafines para que me asae­teasen de amor.3 Esto acontece por los ímpetus amo­rosos que la infinita piedad concede al corazón. Le decía también que apagase mi sed de amor, deján­dome beber en la fuente del Sacratísimo Corazón;4 pero esto último no se continuó en la Santísima Co­munión.
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1 Vid. 8 dic.
2 Se trata aquí de "ver" en fe, en una fe que sabe que Jesús está realmente presente bajo las especies sa­cramentales.
3 Pablo de la Cruz tiene aquí probablemente ante sus ojos la siguiente descripción de santa Teresa: "Viale (al ángel) en las manos un dardo de oro largo, y al fin de el hierro me parecía tener un poco de fuego; éste me parecía meter por el corazón algunas veces y que me lle­gaba a las entrañas; y al sacarle, me parecía las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor... No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto" (Autobiografía, XXIX; Vid. también Castillo Interior, m. VI, c. XI).
San Francisco de Sales se sirve de una descripción semejante al explicar la estigmatización de un santo (Tra­tado del Amor de Dios, 1. VI, c. XV).
4 El santo describe al Corazón de Jesús como una fuente. En carta a una religiosa franciscana de Santa Clara, le dice: "En ese Corazón santísimo es donde quiero que mi hija more siempre, pero en pura fe, sin imágenes, y allí quiero que ame, adore, alabe y magnifique a nuestro gran Dios; allí deben tenerse los coloquios de amor, ha­blándole ora de su Pasión, ora de los dolores de nuestra bendita Madre, etc., ora ofreciendo ese divino Corazón al Eterno Padre, etc. El amor se lo enseñará todo.
Pero cuando el alma gusta de quedar en silencio de amor, déjela estar así; y, mientras, beba en esa fuente divina las aguas santísimas de la gracia que brota de este Corazón; pero advierta que quien bebe aquí, tiene que beber de lo lindo, quiero decir que tiene que beber amor a ríos y a mares de fuego, dejando que todo se reduzca a cenizas. Antes de que lea esto, invoque al Espíritu Santo con el himno 'Veni, Creator Spiritus” (CDE. 799).
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28, DIA DE LOS SANTOS INOCENTES: Por la mañana estaba árido, y tenía pesadez de cabeza; así estuve largo rato, hasta que llegó la hora an­siada de la santa Comunión, después de la cual me sentí movido por la infinita Bondad, con grande y altísimo recogimiento, a grandes afectos amorosos, y a coloquios con nuestro amado Esposo.
Me vino a la memoria la huida que hizo a Egipto con tanta incomodidad, sufrimiento y tra­bajo de María Santísima y de San José, sobre todo de María Santísima. Se mezclaban en mi pobre alma, con muchas lágrimas y suavidad, el dolor y el amor.1 De esto el alma tiene una ciencia infusa y muy subida, que a veces es de todo el conjunto y a veces de un misterio solo; pero lo entiende súbitamente sin formas corporales, es decir, imaginarias; es Dios quien se lo hace entender por obra de su infinita caridad y misericordia. Al mismo tiempo que el alma lo entiende de manera altísima, o se complace o se duele, según los misterios. Las más de las veces entra siempre una santa complacencia.2
Por la tarde tuve particular dolor de mis pe­cados, defectos y faltas innumerables, conociendo ser un abismo de ingratitud. Tuve todavía más particular conocimiento de mí mismo durante el día. Sé que digo a mi divino Salvador que no me puedo llamar otra cosa sino milagro de su infinita misericordia. Sea por todos alabado y engrandecido el santo Nombre de Dios. Amén.
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1 Vid. 8 dic.
2 San Francisco de Sales explica así la diferencia entre meditación y contemplación: "La contemplación tiene siem­pre la ventaja del placer con que se hace, pues presupone haber encontrado a Dios y su amor santo, y en El go­zarse diciéndole: 'He hablado a aquél a quien ama mi alma: ya nunca le dejaré' (Cant. 3, 4). En esto difiere de la meditación, que se hace casi siempre con pena, con trabajo y raciocinio, yendo el espíritu de consideración en consideración, por diversos caminos en busca del Amado de su amor o del amor de su Amado" (San Fran­cisco de Sales, Tratado del Amor de Dios, 1. VI, c. VI). VI, C. VI).
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29, DOMINGO: En la oración de la noche he estado en paz, aunque algo distraído. He tenido par­ticular recogimiento al hacer el ofrecimiento de su Santísima Vida, Pasión y Muerte, como tam­bién en las súplicas, máxime por los herejes, y me he sentido movido a rogar particularmente por In­glaterra, pidiendo que en ella1 sea izada la enseña de la Santa Fe, para que la devoción, reverencia, obsequio y amor y frecuentes adoraciones al San­tísimo Sacramento, misterio inefable de la Santísi­ma Caridad de Dios, se extiendan, y de un modo particular sea glorificado su Santísimo Nombre.
No se me quita el deseo de morir mártir,2 en especial del Santísimo Sacramento, allí donde este misterio es negado.
En la sagrada Comunión estuve casi insensible, y luego me vinieron otras distracciones.
Por la tarde he estado un poco recogido, y me he sentido movido a reparar las muchas irreveren­cias que se cometen singularmente en la Iglesia,3 haciendo esto de un modo particular con las correc­ciones, según lo voy haciendo con la gracia de Dios. Se me ocurre decir: ¡Oh mi querido Jesús!, ojalá pudiéramos huir de la iglesia y que los ángeles trans­portaran el Santísimo Sacramento a un lugar don­de no pudiera ser profanado con irreverencias y ofensas graves.4 Le pido que me dé fuerzas para llorarlas con lágrimas de sangre, como deseo tanto.
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1 En tiempos de Pablo de la Cruz no había ninguna razón histórica que justificase su gran interés por la con­versión de Inglaterra a la Iglesia Católica. Tampoco para suponer que él tuviese ya entonces suficiente conocimiento de la historia de Inglaterra en relación con la Iglesia. Puede decirse, pues, que este gran' im`eres de Pablo "está inspirado por Dios e íntimamente vinculado a su vocación" (Diario di S. Paolo della Croce' P. Stanislao dell'Addolorata, Torino­Roma 1929, 170).
2 Como hemos dicho ya anteriormente, a los 20 años Pablo de la Cruz sintió deseos de morir mártir, por lo que se alistó como voluntario en la cruzada contra los turcos convocada por el Papa Clemente XI en -los años 1714-15. Después de algunos meses de vida militar, vio que ése no era el camino por el cual Dios le llamaba al martirio (Vid. M. Bialas: Pablo, Carismático de la Cruz, Edit. Verbo Divino, Estella, 1979, pp 3-4).
3 Aquí tiene ante sus ojos la iglesia de S. Carlos, junto a la cual hizo estos 40 días de retiro. La iglesia estaba en la periferia de Castellazzo y durante las horas del mediodía casi nadie la visitaba; pero, al permanecer abiertas las puertas, podían entrar libremente los perros y los gatos. Nos lo cuenta un amigo de Pablo que le visitó a menudo durante esta semana.
4 Se refiere aquí a las personas que visitaban la iglesia, pero sin el debido respeto. Por los procesos de beatificación y canonización sabemos que ya desde su juventud, Pablo de la Cruz sintió gran veneración por la santidad del templo. Cuando, por ejemplo, oía hablar a una persona, se acercaba, se ponía de rodillas delante de ella y con las manos juntas le pedía que tuviera respeto a la casa de Dios.
Difícilmente podemos suponer que durante las seis semanas que estuvo en esa iglesia se cometiera el sacri­legío de execración. Pero por su gran veneración y amor al Santísimo Sacramento, incluso las pequeñas irreverencias le turbaban notablemente.
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30, LUNES: He estado primero recogido; luego a la hora de la santa Comunión, recogido de manera particular, hasta verter lágrimas. El resto del día lo he pasado distraído con pensamientos, sobre todo de cosas futuras. Me ponía el enemigo en la cabeza que habían de venirme grandes tribulaciones por casa.1 También me he hallado en gran desola­ción. Sea hecha en todo la voluntad de nuestro buen Dios. Amén.


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1 Vid. 25 nov.
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31, DIA DE SAN SILVESTRE: He estado árido, distraído, pero con paz interior, molestado de los pensamientos antes dichos. En la santa Comunión, en paz sí, pero casi insensible, y duro en los afec­tos. Hacia la tarde, me sentí particularmente re­cogido.
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1 DE ENERO DE 1721, MIERCOLES: Me vi levantado soberanamente por la infinita caridad de Dios a un gran recogimiento, con lágrimas abun­dantes, en especial después de la sagrada Comu­nión, en la que tuve afectos sensibilísimos de san­to amor, pareciéndome que me deshacía en Dios.1
Contaba con gran confianza, sin angustia, y con dulzura grande, a mi Jesús mis miserias. Le decía los escrúpulos que puedo tener acerca de un voto que he hecho de privar al cuerpo de todo gusto su­perfluo.2 Le decía, por ejemplo, que El sabe cómo, cuando tengo hambre, siento gusto en comer, aunque sea pan seco; y me sentía cofi tar interior­mente que esto es necesario. Entonces se me des­hacía el corazón, y rompía en dulcísimo llanto, mezclado con sentimientos grandes de amor.3
Tenía también conocimiento de estar el alma unida con estrecho vínculo de amor a la santísima Humanidad,4 y al mismo tiempo diluida y levantada al conocimiento alto y sensible5 de la Divinidad; porque siendo Jesús Dios y Hombre, no suele estar el alma unida con amor a la santísima Humanidad sin que lo esté a la par, con conocimiento altísimo y sensible a la Divinidad.
Esta estupenda y altísima maravilla no puede decirse ni explicarse ni siquiera por el mismo que la experimenta; es cosa imposible, el alma entien­de porque Dios quiere. Siente estas dulcísimas y altísimas maravillas porque Aquél que es inmenso se las da a entender, pero describirlas le resulta im­posible de todo punto. Son cosas que en un mo­mento se prueban y entienden, por lo menos al alma le parece así, porque si durasen mil años, ella las creería, a mi juicio, cosa de un momento. El alma está en su Bien infinito; no desea más que su gloria, su amor, y que sea temido y amado de todos.
He tenido otras particularísimas gracias, sobre todo al pensar en el misterio santísimo de la Circun­cisión, como también al ayudar a una misa; sentía con tan viva luz la gran caridad que Dios usa con­migo y mi gran miseria, ingratitud y vida, que no me atrevía ni siquiera a levantar los ojos para mirar  la imagen de María Santísima; y todo ello mezclado siempre con lágrimas de gran suavidad, en especial al ver a mi Sacramentado Esposo Jesús.6
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1 En italiano: "parendomi liquefatto in Dio" (Vid. 8 de diciembre, nota 3).
2 Alude al voto que había hecho durante una en­fermedad de garganta, cuando aún vivía con su familia.
3 Pablo trata de explicar aquí una experiencia mística de estos días en forma de visión o de éxtasis. Una vez más se advierte que conocía bien a los clásicos de la mística, sobre todo a Santa Teresa de Jesús, a San Juan de la Cruz y a San Francisco de Sales.
4 Santa Teresa describe así este "matrimonio místico": "Pues vengamos ahora a tratar del divino y espiritual matrimonio... La primera vez que Dios hace esta merced, quiere Su Majestad mostrarse al alma por visión imagi­naria de su sacratísima Humanidad, para que lo entienda bien y no esté ignorante de que recibe tan soberano don" (Castillo Interior, m. VII, e. 11).
La descripción de San Pablo de la Cruz y las paralelas de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Jesús llevan al P. Stanislao a la conclusión de que el santo había re­cibido ya entonces la gracia del "matrimonio místico" (P. Stanislao, Diario di S. Paolo della Croce, 175-189). Otros autores, sin embargo, colocan esta "unión mística" en el aflo 1722-23 (P. Gaétan, Oraison et Ascension mys­tique de Saint Paul de la Croix, Louvain 1930, 93 y ss.; S. L. Pompilio, L'Esperienza mistica della Passione in San Paolo della Croce, Roma 1973, 133-143).
5 El adjetivo "sensible" aquí y a continuación no quiere decir que se perciba por los sentidos, ya que Dios es espíritu. Lo que significa es que esta vivencia fue en él muy intensa.
6 El día 1 de enero de 1721 fue el último día de su retiro. Al día siguiente se dirigió a su director espiritual el obispo Gattinara, de Alejandría, y le entregó las reglas de la congregación que Dios le inspiraba fundar y este Dia­rio Espiritual.




1En italiano, "feci indegnamente la santa commu­nione". Sin embargo, no quiere decir que recibiera la co­munión en pecado mortal; es una expresión de humil­dad para indicar que estaba muy molestado de distracciones y tentaciones. Véanse también los días 24, 26 y 29 de noviembre.
2Sobre la virtud purificadora de tales tentaciones es­cribiría a una religiosa el 28 de diciembre de 1765: "Dios bendito pretende con estos padecimientos de alma y cuer­po purificarla como el oro en el crisol. Pasada la prueba, su espíritu tomará alas de fe y amor, y volará a lo alto de la contemplación" (CDE, 921).
3El santo alude probablemente al Apóstol San Pablo en Gálatas: “Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias" (5, 24); "En cuanto a mí, jamás me gloriaré a no ser en la cruz de nues-

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