martes, 21 de febrero de 2012

LA ORACIÓN DE JESÚS EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS.


LA ORACIÓN DE JESUS EN EL HUERTO.
MEMORIA QUE CELEBRAMOS LOS PASIONISTAS.

HOMILIA PARA EL 21 DE FEBRERO DE 2012.

LA ORACIÓN DE JESÚS.


Una de las cualidades que caracterizaba a Jesús es su relación con el padre, su amistad profunda con Dios. No hay momentos en la vida pública de Jesús, en que no buscara un tiempo para estar a solas con su padre.  De hecho toda su vida fue una comunión intima con su padre. Jesús cuando comía bendecía los alimentos, Jesús cuando después de hablar con la gente que le seguía para escucharlos, otros para que los curara buscaba siempre un espacio para estar a solas con Dios, incluso nos enseñó cómo orar a nuestro padre del cielo: el padre nuestro. Y no es de extrañar que antes de dar su vida en la cruz por ti y por mí se pusiera a orar.  

En esta memoria recordamos la Oración de Jesús en el huerto. Es una memoria que nos recuerda lo importante que es la oración. Pero también este hecho en la vida de Jesús fue decisivo a la hora de entregarse a los judíos que lo buscaban para matarlo. Sabemos que el Hijo de Dios era hombre y sentía como cada uno de nosotros, era su condición humana la que le hacía sufrir y padecer. Pero también era Dios, que movido por un vinculo especial con Dios se siente invitado a dar su vida por todos. Su condición divina y humana entregadas al plan divino de Dios.

Cristo es el sumo sacerdote que cuya vida es la única que puede reparar de una vez y para siempre el pecado en el mundo, solo él puede, restaurar la humanidad. “se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna”[1] El es la salvación eterna, él libertador. Cristo es como la imagen del sumo sacerdote del Antiguo Testamento que es escogido por Dios para representar a los hombres en el culto a Dios: ofrecer dones y sacrificios por los pecados del pueblo y de él mismo. Pero a diferencia del sumo sacerdote del A. T. ofrece una sola vez y para siempre con su vida la salvación y el perdón de los pecados. Los sacrificios antiguos tenían su eficacia en su tiempo pero vino Cristo Jesús quien podía hacer nuevas todas las cosas y de forma definitiva.

De esta manera a lo largo de su vida Cristo va entendiendo la voluntad del padre, su mensaje llega a los hombres como agua fresca, sana los corazones, libera a los cautivos, endereza a los cojos, da vista a los ciegos, nos habla de un reino, nos enseña a amar ya a perdonar, nos habla de la verdad y nos dice que él es el Hijo de Dios. Por hacer la voluntad del padre, fue incomprendido, hasta el punto de buscar su muerte. Jesús poco a poco fue comprendiendo que su vida debería ser entregada y se abandonó a la voluntad de su Padre. “Cristo en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él a pesar de ser Hijo, aprendió sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna”[2]

Cristo, pudo muy bien apelar a su categoría de ser Hijo de Dios, porque lo fue, sino que al contario se despojó de su condición y pasó a ser uno como nosotros, débil, susceptible al dolor, humano. Pero es tan grande su dolor, su desesperación y el miedo que le embargó aquel día antes de entregarse a los que le ivan a matar que oró de una manera especial. Aquella suplica era desde el fondo más profundo de su ser. Invitaba a los suyos, sus discípulos que oraran, pero sus discípulos aturdidos del sueño, de la preocupación y zozobra por lo que vendrá, les domina el sueño.

“Padre si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”[3]  Esta oración de Jesús es un sí de entrega, sabe que sufrirá los dolores más atroces y que será clavado en la cruz, considerada una de las muertes más humillantes y dolorosas de su tiempo, sin embargo se abandona a la voluntad del Padre.

Jesús nos enseña lecciones importantes:
Primero: Tener una vida de oración constante. Una oración que no sea farisaica sino sensible, humana, abierta al dolor ajeno, al dolor de mis hermanos, que sea capaz de darme de entregarme.
Segundo: Jesús nos enseña que cuando tengamos algún problema, dificultad, busquemos fuerzas, busquemos a Dios. Muchas veces buscamos las cartas, el horóscopo, el tarot, esperamos en la lotería, el kábala, o buscamos en miles de lugares y formas, cuando en Dios se encuentra todo.
Tercero: Jesús nos invita a tener una relación de amor con Dios que es nuestro padre. El Dios de Jesús es un Dios amoroso, misericordioso, que salva, que limpia, que perdona, que ama sin límites a los hombres. Pero en cambio nosotros creemos a veces en un Dios milagrero, que tiene el deber de ayudarme porque soy bueno, porque he hecho buenas obras, creemos en un Dios de bolsillo, que lo puedo llevar donde yo quiera y como quiera, creemos en un Dios justiciero, castigador y vengador.
Cuarto: Jesús nos enseña que Dios no está afuera, en lo exterior, en las cosas. Ante todo está dentro del corazón. En mi mismo, en el rostro de mis hermanos los hombres y mujeres. Que está en el que sufre, en el que ríe, en el que llora, en el enfermo.

Que Dios me los bendiga y llene de bendiciones. Preparémonos para la cuaresma y preguntémonos: ¿En qué dios yo creo. En el de Jesús o en el mío? Y ¿Cómo está mi vida de oración?


Con cariño, padre Alexander Castillo. (Pasionista)




[1] Cf. Hb 5, 1- 9.

[2] Cf. Ibíd.
[3] Cf. Lc 22, 39 – 46.

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