domingo, 19 de febrero de 2012

EL PERDÓN DE DIOS: AMOR SIN LIMITES.

Homilía para el domingo VII del Tiempo  Ordinario.
19 de febrero de 2012.


Iniciamos con la semana séptima del Tiempo Ordinario que será interrumpida  con el Tiempo de Cuaresma (40), semana santa (7),  Pascua,  y pentecostés (50) para iniciar nuevamente el 28 de mayo  con la semana octava del T. O. en total: 97 días de abundantes bendiciones, te invito a aprovechar el tiempo que Dios nos regala.  Esta semana sin embargo, nos preparamos para la cuaresma que da inicio con el miércoles de Ceniza. Es un tiempo de ayuno, oración, de silencio interior, de penitencia, de cambio de actitudes ect.  Y justo las lecturas de este domingo nos disponen este gran itinerario.

Dios hoy nos habla del perdón, palabra, tan bella, significativa y necesaria en nuestras vidas pero en circunstancias concretas de nuestras vidas esta palabra se ha convertido en algo difícil de vivir, y muchas veces quisiéramos ni saber de ella. Es algo complejo. Por eso iluminados por la palabra de Dios reflexionemos acerca del Perdón de Dios y del perdón al hermano.

En el Antiguo Testamento Dios habló de muchas formas y maneras a su pueblo Israel,  habló por medio de Abraham, moisés, jueces, Samuel, profetas, en los Salmos ect. Y ya en el A. T. Dios nos recuerda el perdón “Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes, y no me acordaba de tus pecados” (Ver Is. 43, 18 - 25). El perdón en Dios es tan maravilloso que borra todas nuestras culpas, pecados y miserias de nuestra vida, y están grande su amor que no guarda rencor de nuestras faltas, pues cuando él nos perdona, nos perdona eternamente sin titubear en su perdón. “esto dice el Señor: No recuerdes lo de antaño, no pienses en lo antiguo, mira que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notas? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed del pueblo que yo formé, para que proclamara mi alianza”
(Ver. Is. 43, 18 - 25)
Dios nos invita a no quedarnos en lo pasado, cargando un peso que nos hace daño, cargando viejas culpas y momentos que ya no volverán. Nos invita a no pensar en lo antiguo, sino mirar lo nuevo, lo que él nos prepara: ríos en el yermo. Que es su propio hijo Jesús. En cambio somos como el Israel de la lectura de Isaías, que no nos esforzamos por amar a Dios y vivir como el nos lo pide sino al contario estamos una y otra vez ofendiendo a Dios con nuestros pecados. Y sin embargo, es Dios quien tiene la iniciativa de perdonarme. “Pero tú no me invocabas, Jacob; no te esforzabas por mí, Israel; no me saciabas con la grasa de tus sacrificios, pero me avasallabas con tus pecados, y me cansabas con tus culpas.” (Ver. Is. 43, 18 - 25)

El salmo 40 nos recuerda precisamente el reconocernos pecadores: “Sáname, señor, porque he pecado contra ti” (Sal. 40) El reconocimiento frente al error, la culpa que siento de haber hecho mal y ofendido a Dios es uno de los pasos para el perdón y por eso hay que pedirle al Señor que nos sane, que nos limpie, que nos trasforme en hombres y mujeres nuevos según su corazón.

Pero muchas veces nos pasa como a la gente del evangelio de hoy que al ver a Jesús la fe del paralitico le perdona sus pecados y se escandalizaban “Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: Hijo, tus pecados quedan perdonados. Unos letrados que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros. ¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados fuera de Dios?”(Mc 2, 1 - 12) Pero nos cuesta creer en aquel perdón que Dios concede en Cristo Jesús a sus hermanos. Es decir, por un lado creemos que Dios nos perdona y queremos que nos perdone. Pero por otro lado nos cuesta aceptar el perdón que Dios da y lo da para todos.  Cuestionamos, juzgamos, no creemos, ni entendemos el amor de Dios. Pedimos perdón para mi, pero para el prójimo  pedimos que se haga justicia o que sea imposible que Dios le perdone por lo que haya cometido, o tal vez le perdono pero no olvidaré lo que me hizo. Entonces ¿de qué perdón estamos hablando? De mi perdón o del perdón de Dios. “pues para que vean que el hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados…entonces le dijo al paralítico. Contigo hablo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”(Mc 2, 1 - 12) 

Creo que Dios nos perdona de manera incondicional y hace todo lo que está en sus manos para procurar mi felicidad, pero creo que el perdón también tiene otra dimensión: la  respuesta del hombre al perdón de Dios. No hay perdón de Dios si en mi corazón yo no he aprendido a perdonar. El perdón por lo tanto viene de Dios y a él debemos pedírselo. Pero alguien se preguntará en su interior: ¿Cómo podré perdonar a quienes han lastimado mi vida y han destrozado mi sociedad? Pero la pregunta sería más bien: ¿Qué puedo hacer para descubrir la misericordia de Dios que se hace presente en mi propia vida? ¿Hacia dónde me conducirá esta experiencia?( Ver SCHREITER, Robert j, Violencia y reconciliación. visión y misterio en un orden social en cambio, España, Editorial Sal Terrae, 1992.Pág 50)  Por lo tanto hablar, del perdón de  Dios no es solamente perdonar a quien me causó daño, sino descubrir que el amor de Dios  está en mi vida. Y esto me capacita para transformar las estructuras que provocan y crean violencia.

El perdón es todo un proceso, un camino de libertad interior. Dios me los bendiga a todos y durante este tiempo de Cuaresma trabajemos la dimensión del perdón, que no quede en palabras, o en mi mismo, sino que se transforme en vida en acciones, en demostrar que puedo amar y ser amado por Dios y al mismo tiempo perdonar a mis hermanos.
Nota:  las citas biblicas estan tomadas de la lecturas de hoy.

Con cariño, Padre Alexander Castillo. (Pasionista)

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